martes, 27 de octubre de 2009

IV

Aquel que descubre el Arte, en ese instante,
descubre también el fracaso de la humanidad.

Lágrimas sin sal, lágrimas de un dulce suicidio, cotidiano suicidio.
Abajo, abajo, cuando la muchedumbre habla de lo que arriba se lamenta.
Abajo, en las entrañas mismas del Ser que nos contiene,
Brota sigiloso el aroma a huesos primitivos.
En la Babilonia de los sueños, incansables nos arrastramos hacia el anhelo.
Sabiendo que quizás nunca lleguemos, sabiendo…
En tablas partidas, el rostro cuajado, murmullos insanos al horizonte.
Y es el horizonte quien nos empuja de nuevo hacia la costa.
Maldita costa de pisadas humanas que se dejan ver entre las sombras.
¡Oh!, cómo habremos de ser en la maquinaria funesta que todo lo arrasa.
En el ojo voraz del incrédulo rebaño que todo lo mira.
¡Oh!, hasta ya no poder nuestra carne se retuerce en las grietas de la memoria.
Pero, ¿a donde juega el hombre su traición mas concreta?
¿A dónde se apiada de sí mismo y figura su equipaje de falsa etiqueta?
¡Oh!, Señor de semillas perennes, figura tu rostro en las simientes relegadas.
El crujir olvidado de tus gargantas,
El murmullo incesante de la creación toda.
Y seguimos preguntando, ¿de qué sirve llorar humano?
Pobre humano que escandalizas tu presente.
Presente irreconocible para tu conciencia.
¡Oh!.. Caen lágrimas de dulce sal sobre el océano marchito.-

II

Entonces humano ¿De donde proviene eso que te hace humano?
Depredador de tu carne, cruel asesino de tu amor desvelado.
Tormenta insaciable que acicalas el pecho desnudo de lo que te forma.
Que derrochas la sangre de tu cuerpo cual migajas de cielo demolido.
¡Oh!, clamor penetrante del arrebato es tu voz humano.-

Dìa 28

Mutilado intento alcanzar la esquina.
La cimiente de una muerte que anunciada se ríe de mis prejuicios.
¡Me río de vuestros prejuicios!
Y tú me condenas a mi risa, por indecente señora que vestida de luz
Enfurece tu arrogancia.
Me vuelcas el paraíso que te han impuesto.
Pero yo reposo en el Tártaro que me he creado.
Un abismo que se forma en la medida de mis pasos.
Un templo que implora piedad, sigilo, paciencia.
Y tu me condenas a mi risa, porque mutilada te cobijas
en plegarias que a nada llevan, en falsas metáforas de fingida pulcritud.
He visto tu vista sobre la mía.
Acicalando tenuemente sobre tu propia vacilación.-

lunes, 26 de octubre de 2009

LXI

Amanece.
¿De qué sirve el lienzo si no puedo ver la sangre que por él circula?
¿De qué sirve la caricatura de mi rostro si de ella no puedo reírme?
Sonrío. Agonizo. Murmuro. Caigo entumecido.
¿De qué sirve el silencio si de él no puedo hallarme?
¡Sí! Reconozco mi latido.
Un puñado de parpadeos temerosos entre oleadas caníbales.
¡Sí! Ese es mi latido.
Un puñado de huellas andariegas en la majestuosidad de las aguas.
La convicción de haber vivido autoriza esa melodía que sigue a la muerte.

Los poetas dicen ser poetas…
Yo soy todos los que quise ser.-

Día 22

¿Quién percibe la mudez en las cavidades de la alucinación?
Ser feliz, ser perseverante, ser ansiedad de nostalgia.
Lejos de la pretensión, el tiempo habla de sus inclinaciones.
Y nos educa, nos liga al tubérculo de la ensoñación.
Nos castiga, nos pregona serenidad sobre nuestros patrones de conducta.
Nos modifica desde la raíz, nos hace hombres.
¡Hombres!, palabra confusa en el pedestal de nuestro lenguaje.
¿Hombre? ¿Quien posee semejante claridad?
¡Claridad es celebración!
Celebración de la conciencia de saberse en la angustia existencial.
Celebración de condenar el futuro ideal a un presente efímero.
Germinación de una magia pretenciosa, calidez del misterio.
Soberbia del Ego emperador.
Soplo de Amistad, cultivo de inquietudes precarias.

¿Quién percibe la mudez en el vientre primigenio?
No el regreso, sino el líquido conservador de la danza.

¿Quién percibe la mudez en las entrañas autoras del dolor?
No el aullido, sino el fuego gestado en nuevo corazón.

¿Quién es al fin, corazón de corazones, silencio de silencios?-

IX

Profundo aljibe de aromas.
¿Eres tú, pequeño vientre al que regreso?
Rojo pétalo que asoma.-

XIV

En la respiración de otoño,
Ocres y rojizos destellos en mis ojos.
¿Vendrá luego el cálido azul de la nieve?-

XXIX

Ay, ¿es el piélago que grita en su caos naciente?
Redimido entre la furia de las antorchas, ese piélago.
Es que estoy recibiendo las cimientes de mi ser, no ser.
Como alegre raíz muerta es el salto de mi mismo.
¡Oh!, larva que en putrefacción de un inicio te has teñido.
¡Despierta!
Despierta y has de tu jaula gruesos barrotes, finos lirios amarillos,
Honestos bastiones en donde habrá de reposar Ella, sol y luna.
Las huellas y el retorno de lo que nunca ha surgido.
Mujer que hombre habrás de forjar,
Hombre que segregas de tus ubres el cálido alimento,
Toma la copa de puro mosto dorado,
Y deja la impetuosidad de las aguas en el olvido de las eras.

¡Campanas, campanas en la torre majestuosa!
¡Liras, liras que desde Zeus burbujean en el líquido matinal!-

Día 28

Mutilado intento alcanzar la esquina.
La cimiente de una muerte que anunciada se ríe de mis prejuicios.
¡Me río de vuestros prejuicios!
Y tú me condenas a mi risa, por indecente señora que vestida de luz
Enfurece tu arrogancia.
Me vuelcas el paraíso que te han impuesto.
Pero yo reposo en el Tártaro que me he creado.
Un abismo que se forma en la medida de mis pasos.
Un templo que implora piedad, sigilo, paciencia.
Y tu me condenas a mi risa, porque mutilada te cobijas
en plegarias que a nada llevan, en falsas metáforas de fingida pulcritud.
He visto tu vista sobre la mía.
Acicalando tenuemente sobre tu propia vacilación.-

Día 31

¿Cobarde aquel que no ahonda en lo inexplorado del Alma?
¿Hasta dónde puede la oquedad cercar el pecho de aquel que sediento de aromas profundos y bosquejos excelsos aguarda inmóvil en su lecho?
¿Hasta dónde la tibieza de los cielos soporta la pesadumbre del individuo gestado en el orgullo de su libertad?
Hago uso de mis palabras, apenas, para descubrir la miseria que en mí anida.-