jueves, 19 de noviembre de 2009

DIA 37

La intranquilidad de una habitación demasiado angosta. La necesidad inmediata de querer expandirme hacia los confines de la oscuridad. El torbellino de palabras arrebatadas a los vientos del norte. El camino repetido desde la puerta hacia la ventana.
¡Una y mil veces ese camino! ¡Una y mil veces ese naufragio!
Un mundo de caramelos ácidos y bosques depredados, donde el silencio absorbe cada mordisco de la memoria. En el trayecto, pierdo la consecuencia de mi deseo.
Se evapora cual beso de prostíbulo. Se hace miel en boca de cometas.
Yo me aniquilo en cada paso, no me doy oportunidades, no me doy tregua alguna.
Relamo las paredes que se visten de festividad, cual murallas que aprisionan mi conciencia. ¡Gozan! ¡Se regocijan de mi ansiedad!
Es el suelo que se abre de par en par, cada tanto, mostrando el vacío que me domina.
Me entrego, de brazos abiertos, al sepulcro de los sueños, donde brota el porvenir de
Lo que jamás he reconocido. El Yo proyectado en una ilusión insignificante.
El latido aterrador de mi pecho al descubrir la degradación de la palabra en galpones enturbiados de mentes ensordecidas, confusas, extenuadas por la incertidumbre.
En el fugaz telón que envuelve las pinturas, un rostro amordazado.
Es el rostro de un elogio, de un canto enfurecido que de rojos ansia pulcritud.
El vasto campo de la esperanza parece derruido, casi acobardado, abatido.
¡Oh! Pero qué clase de regocijo puedo anhelar entre tanta cobardía.
No espero nada, ya lo sé, el camino repetido desde la puerta hacia la ventana
Me basta para aniquilar toda pretensión, la raíz de lo que vendrá, corre por vuestra ignorancia.-

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Día 35

La valoración del beso se ha perdido entre la resaca
Salvaje de las madrugadas dolientes de una carne sin infancia.
El embrujo de mentiras comercializadas.
El brebaje adulterado para un poeta que pregona apenas claridad.
Las esquinas se visten de gala, desconcertantes en su porvenir.
¡Aproxímate!
¡Desnuda tu vientre de ingenua melancolía!
Hazme niño para saborear tus pechos de miel enrarecida.
Hazme cosmos entre tus pupilas de vasta inmensidad.
¡Asesinos son aquellos que divagan sin su rumbo!
Lejos, lejos esas lágrimas que nada anuncian.
Mira mis lágrimas, brotan no de lamentaciones cobardes e inútiles.
Ellas brotan desde la mismísima felicidad de aceptarlo todo.
De correr a la par del tiempo y sus picardías.
Brotan de adorar el camino recorrido, de nadar por sobre las huellas.
Ellas caen y abren caminos, como soles entre mareas de nimbos caprichosos.
¡Retírate! Vete a llorar a los infiernos de tus falsedades.
El ánfora otorga el vino al viajero engrandecido. Al silencio de la pausa.

De sandalias no se vistieron los corderos,
Apenas, quien les daba de beber.
¡Muestra respeto por el beso!-