jueves, 7 de julio de 2011

Dia 44


¿Qué son esos cuerpos mojados en la mesa de té?
Desechos de aristocracia.
¿Qué son esas repeticiones mediocres de bolígrafos estériles?
Comarca vacilante que anida desgracia y falsedad.

Un poeta de Córdoba escribió: “Dichoso quien no deja descendencia”.
Acaso la tinta, ¿no deja de mi lo que pudo germinar en carne iluminada?
El concilio del fuego y agua apuestan a lo contrario.
La semilla brota de todas maneras, esquivando mi anhelo.

La plaza, alberga el efecto de mi quietud, y la tuya también.
¿Un gran verso? ¿Qué es un gran verso?
Un gran verso, es orinar las sábanas de lo establecido.
Es rumiar el corazón estreñido de halcones vacilantes.

Un anciano, me acerca con sus manos una piedra tallada.
En la imagen, los hijos no paridos ríen a carcajadas
sobre la margen furtiva de una estrella.-
XIV


A quien Es…

Recuerdo aquel barro, me lo diste estando yo desnudo.
Me abrigué, me contuve en él, me hice parte de él.

Me olvide también, de mí. De ti. De lo necesario me aleje.
Me hice participe de una danza efímera, banalidad enmascarada.
Abrigue mis carnes con el hilo de la desesperación.
Me fui al barullo empresarial, donde brilla la insensatez.
Me fui, lejos de mí, lejos de ti, lejos de lo que es.
Corrompí mis sentidos hasta el hartazgo, me hice fugaz.
Fui humo, fui hedor, fui caricias desterradas, fui murmullo.
Fui nostalgia y un miserable corazón errante.
Fui la cosecha que no dio fruto alguno.
Fui el mendigo que reclama su propia libertad.
Fui cobarde ante los espejos que brotan en la multitud.

Pese a todo, aún brota en mí la corriente cristalina de tu gracia matinal.
Aun resplandece la sinceridad de mis actos frente a ti. Frente a ellos.
Dentro, la cosecha de mi vientre absorbe el rocío de tu hermandad.
Aún te veo, en mí, rociando la semilla de mi esperanza.

Recuerdo mi mediocridad, pero lucho sin vacilar.
No soy de aquellos que se conforman con los restos.-